Dean seguía presionando su pecho, una y otra vez, con desesperación.—Vamos, Mia… —murmuró entre dientes, empapado, con la voz rota—. Vamos, maldita sea, respira.Allegra sollozaba detrás de él, temblando, con las manos cubriéndose la boca.Dean no respondió. Su respiración era errática, el rostro tenso, los ojos vidriosos. Seguía intentando reanimarla, una y otra vez, como si su insistencia pudiera obligar al cuerpo de Mia a obedecerle.Yo los miraba sin moverme. No podía. Sentía un vacío extraño, como si todo a mi alrededor se hubiera detenido, como si el tiempo hubiera decidido burlarse de nosotros y quedarse suspendido justo en ese momento.Mi mente se llenó con lo que pasó esa mañana. No fue una simple conversación, fue un enfrentamiento. Las palabras entre nosotras pesaban como piedras, y el enojo me cegó al punto de soltarlo sin pensar… de decirle que Dean quería tener un hijo conmigo.Y ahora ella estaba ahí, sin respirar, sin moverse, y todo dentro de mí gritaba que era mi cu
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