Para todos fue una sorpresa que el hombre egipcio apareciera ante ellos. Monserrat se llevó la mano al pecho, su esposo le había dado un gran susto. El ruso solo observaba al árabe con la mirada entrecerrada. Pero el niño. — Jeque Ali, ¿Usted es mago? ¿Cómo se apareció así, bom? — El niño hacia señales de magia con sus manitas. — ¿Mago? Lo que es, es un acosador posesivo que tiene vigilada a Monse. — ¿Y que pasa si la tengo vigilada, ruso? Tengo que cuidar de ella y de su seguridad, soy su esposo, que no se te olvide. El Jeque estaba furioso, su grave voz despedía dominio, poder, y enfado. — Va, ¿Ahora resulta que al que se le olvida es a mí? Para esto me peleaste a Monserrat, para verte con otras mujeres, y no cualquier mujer, si una chica que le hizo daño a tu esposa, no hay nada que te justifique, árabe, lo que dices y lo que haces no tiene congruencia. Cómo siempre el árabe y el ruso peleaban. — Es un mal entendido, además a ti no tengo que darte explicac
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