Capítulo 10 Roma aceptó su destino con la frente en alto. Era verdad que había cometido errores y había corrido riesgos innecesarios, había mentido a sus padres y jugado con fuego más de una vez… pero ahora estaba dispuesta a enfrentar el reto más grande de todos: ser madre. Su padre tenía razón al exigirle que pudiera con todo, porque ser madre no era un impedimento para creer.El tiempo pasó más rápido de lo que Roma pensó y la maternidad la fue transformando en alguien mucho mejor. Donde antes había rebeldía sin rumbo comenzó a forjarse una determinación férrea y un futuro prometedor. Aun así, su pasión por la velocidad no murió dentro de ella; al contrario, seguía viva en su sangre como un recordatorio de quién era realmente. Podía cambiar, podía madurar, seguir estudiando y ser madre a la vez, pero no iba a dejar de ser Roma William. La mujer que amaba el rugido de un motor tanto como ahora aprendería a amar las risas de su hijo o hija que estaba por nacer.Los meses se hicieron

Capítulo 12Una semana después, el gran evento por fin había llegado. Roma observaba el salón terminado con una mezcla de orgullo y agotamiento. Todo estaba impecable como debía de ser: lámparas de cristal iluminaban el lugar, las mesas vestidas con manteles blancos caían en pliegues con bordes dorados perfectos, y los centros de mesa con flores rojas daban un toque vibrante y elegante. La música suave de un cuarteto de cuerdas llenaba el aire, todo diseñado para complacer a esos tiburones de traje y sonrisa hipócrita que tanto disfrutaban de la apariencia. Roma, sin embargo, se mantenía fiel a sí misma y a sus ideas: aunque no soportaba la pomposidad de estos eventos, entendía que era el precio de mostrar solidez en ese mundo empresarial. Muchas de las personas presentes te trataban por lo que tienes o eres, sin importar la inteligencia.Ella misma era parte del espectáculo, ya que llamar la atención y ser el centro era algo que no podía evitar a pesar de los años. Esa noche llevaba

Capítulo 14 El salón todavía resplandecía con las luces de araña, aunque la música se había vuelto más lenta y los invitados comenzaban a dispersarse entre murmullos, copas vacías y risas apagadas. Roma se mantenía erguida en su papel de mujer distante, con los labios pintados en un rojo perfecto que ocultaba cualquier grieta de debilidad. Había soportado horas de miradas, conversaciones y sonrisas falsas, pero lo que verdaderamente la había perturbado toda la noche era la forma en que Magnus no apartaba los ojos de ella.Lo sentía incluso cuando fingía no mirarlo, cuando desviaba la vista hacia un grupo de damas adornadas con joyas o simplemente cuando estaba sola. Estaba allí, siempre, como un peso en su espalda, como una sombra que no se podía ignorar.Magnus, de pie al otro extremo del salón junto a su familia, irradiaba una fuerza silenciosa. No sonreía, no buscaba excusas para acercarse. Simplemente la observaba, con esa calma depredadora que decía más que mil palabras. Roma pe

Capítulo 16 El sol de la mañana apenas alcanzaba a colarse por los grandes ventanales de la oficina de Roma William, tiñendo el espacio de un dorado elegante, casi solemne. El aroma del café recién hecho aún flotaba en el aire, mezclado con el leve perfume a madera de los muebles nuevos. Roma estaba sentada detrás de su escritorio, con la vista fija en unos documentos que repasaba sin realmente leerlos. Sus ojos seguían las letras, pero su mente estaba lejos, atada a los recuerdos imparables de la noche anterior.Había pasado horas intentando convencerse de que aquel encuentro con Magnus no la había afectado, que lo podía borrar con la misma frialdad con la que desechaba contratos poco útiles. Sin embargo, la imagen de sus ojos profundos, la forma en la que se había presentado con ese aire de dueño del mundo, y lo peor de todo: la manera en la que su padre había mostrado interés en él, la habían dejado inquieta.Como todas las mañanas Cristal entró en la oficina sin tocar, como acost

Capítulo 18 El silencio que quedó en la sala tras la salida del señor William pesaba como un ladrillo. Roma aún sostenía la carpeta, como si ese gesto pudiera darle algún tipo de escudo frente a lo que acababa de ocurrir. Sin embargo, apenas ella llegó a su oficina su padre cerró la puerta tras de sí, giró sobre sus talones y la miró con una seriedad que no admitía evasivas. Ella había pensado que ya se habría marchado, pero lejos de eso solamente le había hecho una emboscada.— Roma — dijo con tono grave — Me parece que tenemos que hablar.Ella conocía a su padre lo suficiente bien como para saber que esa frase no significaba nada bueno. Sin embargo, sin temor a equivocarse, desde que entró sabia a que venía. Así que inspiró hondo, intentando mantener la calma, aunque sentía que la piel se le erizaba de puro presentimiento.— Quiero que me expliques en este instante por qué lo rechazaste — preguntó él directamente, sin rodeos — ¿Por qué rechazaste una propuesta tan buena como lo es