JaquelineMe quedé sentada sola en una mesa cerca de la ventana. Con una taza de café fría frente a mí, revisé mi celular una vez más. Ya estaba a punto de levantarme cuando Caio entró eufórico, jadeante, con el cabello despeinado y una mochila colgando del hombro.—¡JAQUELINE! Ay, Dios mío, ¡perdón, perdón! Me retrasé totalmente, casi se me cae el celular en el inodoro de un quiosco de agua de coco.Se sentó y pidió a la mesera un plato con doce docenas de panecitos de queso y una taza de café. Metió tres de una vez en la boca mientras yo lo observaba sonriendo.—Mmmh, qué delicia. Están calientes todavía, ¿eh? ¿Estás enojada? —dijo con la boca llena.—No sé si te doy una bofetada o te dejo atragantarte con tanta masa de pan de queso.—Amor, si voy a morir, que sea masticando este panecito de los dioses. Pero sigue, cuéntame todo. Después de esos más de diez audios que me mandaste casi me vuelvo loco.—Fue como te dije. Alexandre apareció de sorpresa, Raúl abrió la puerta envuelto en
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