Alexandre
El ático estaba en silencio. Solo el brillo suave de la ciudad se filtraba por la ventana de mi habitación. Estaba acostado en la cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, los ojos abiertos y perdidos en el techo. Pero mi mente vagaba lejos. Más precisamente, a pocos metros de mí, en la habitación de invitados.
Cada minuto que pasaba era una prueba de resistencia. Me movía impaciente. La sábana estaba demasiado caliente, la almohada incómoda, o quizás era solo el deseo que latía bajo mi piel. Mis ojos se fijaban instintivamente en la puerta entreabierta, como si Jaqueline pudiera aparecer en cualquier momento.
La imagen de ella con su sencillo pijama de algodón volvía a mi mente. El perfume suave que dejaba en el aire. Todo para mí era una dulce tortura. Cerré los ojos por un instante, intentando contener las ganas casi adolescentes de levantarme e ir hasta ella.
Yo no era un hombre de esperar. ¿Estaría ella pensando en mí en ese momento? ¿El recuerdo de la noche qu