Desde que Sofía interrumpió —sin querer— la declaración de Nicolás, pasó varios días caminando de puntillas por la casa, temiendo cruzárselo.—Mira, Ciri —se justificaba—: la primera vez que él te confesó lo que sentía, por mi culpa salió todo mal. Después de tantos años, al fin se animó otra vez… y otra vez lo descompuse yo. Debe querer estrangularme.Cira soltó una risita.—¿Cómo crees? Sofía, es tu hermano. No va a enojarse contigo.Sofía, sin embargo, se puso seria.—No sabes. Cuando le dijiste que no en la universidad, se encerró tres días en su cuarto. Mis papás, que casi ni se hablan, fueron juntos a convencerlo. Él te quiso de verdad. Y en todo este tiempo no le conocí ninguna otra mujer. Eh, y te lo digo sin presión: aceptarlo o no depende de ti. Soy su hermana, sí, pero respeto lo que tú decidas.Hizo una mueca traviesa:—Ahora… si se arma la boda, yo feliz con el “parentesco por amor”.Le guiñó un ojo y, antes de que Cira respondiera, abrió la puerta y se escabulló. Cira se
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