Todavía sentía el peso de la revelación anterior golpeándome el pecho. Arón. Mi amigo. Mi mano derecha. El hombre que estuvo conmigo en cada proyecto, cada viaje, cada derrota… era parte del complot que casi me mata.Y ahora estaba aquí, en Washington. Respirando el mismo aire.Anne nos observaba con sus ojos sabios, como si cada palabra que saliera de su boca pudiera romper o salvar nuestro futuro.—Debemos movernos rápido —dijo con autoridad—. Isabelle está de regreso en Washington. Margot está desaparecida, ella escapo del sanatorio, pero no por mucho tiempo. Y Arón… él será el primero en caer.Alice estaba pálida, pero firme. Me tomó la mano y sentí su fuerza, esa que tantas veces me sostuvo sin yo merecerla.—¿Qué hacemos primero? —pregunté.Anne caminó hacia su escritorio y abrió un cajón. Sacó una carpeta gruesa, llena de documentos, fotos, grabaciones.—Esto es suficiente para que la policía detenga a Arón —dijo—. Transferencias, llamadas, mensajes cifrados, movimientos bancar
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