Cuando escuche el timbre abrí la puerta, de inmediato el olor dulce y frío de los lirios blancos me golpeó como un recuerdo que no estaba preparada para enfrentar.
Lirios? firme el recibo de entrega y el joven repartidor se marcho.
Lirios los mismos que Ethan me regalaba cada vez que creía que el mundo era demasiado duro para mí.
Los mismos que dejaba en mi mesa del estudio cuando trabajaba hasta tarde.
Los mismos que me esperaban en Navidad, en mi cumpleaño, incluso en los días sin motivo alguno.
Me quedé de pie, inmóvil, observando el ramo perfecto, impecable, como si alguien hubiese sabido exactamente dónde herir para que doliera más. los solocoque en la mesa.
Y un nudo me apretó la garganta.
No quise tocar la tarjeta, pero la leí igual, sin respiración.
“No me olvides.
—E.”
Mis manos comenzaron a temblar.
No era su letra.
Ethan tenía una letra firme, elegante, ligeramente inclinada.
La firma de la tarjeta era una imitación torpe.
Y él…
Él estaba muerto.
—No —susurré mientras mis