Cap. 46 Encuéntrenlo antes que Luther
Lucius se apoyaba contra la fría pared del pasillo, sumido en su propio infierno de culpa e impotencia, cuando la vio acercarse.Era Lena. Su suegra. O, más bien, su ex suegra, aunque la legalidad de eso era, en ese momento, lo de menos. Caminaba con determinación, llevando con cuidado una viandera que, por el tenue vapor que se escapaba, olía a sopa de pollo, ligera y nutritiva, justo como los médicos debían haber recomendado para Alba.Al verla, Lucius se enderezó de inmediato, como un soldado ante un superior. El corazón se le aceleró, golpeándole las costillas con fuerza. Sentía que le debía a esta mujer no solo explicaciones, sino una disculpa tan monumental que no cabía en palabras. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo podría alguna frase, por elocuente que fuera, reparar el daño causado a su hija?—Mamá... —logró decir, y la palabra le salió más suave, más quebrada, de lo que había pretendido. Era un reflejo, un hábito de años que surgió desde lo más profundo de su ser.Lena se detuvo e
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