Y ahí estaba él.Eric.De traje todavía, con el saco en una mano, los ojos fijos en ella y esa expresión que era mitad incredulidad, mitad… ¿interés? ¿Juicio? ¿Ira? Era difícil saberlo. *Con esas expresiones que pone, ya no se puede ni adivinar.*Amanda, con la cuchara en la boca, solo atinó a abrir los ojos como si hubiera visto un fantasma.—No —dijo, instintivamente, y trató de cerrar la puerta.Eric puso la mano antes de que pudiera hacerlo. Empujó con calma, con ese dominio que tenía incluso cuando no levantaba la voz, y entró como si la casa fuera de él.Ella retrocedió un paso. Él avanzó dos.—Buenas noches —dijo él, sin apartar la mirada de su pijama.Amanda se abrazó al tarro de helado, queriendo taparse todo el cuerpo con la tapa si fuera posible.La mirada de Eric era lenta, detallada, nada discreta. Recorrió sus piernas, la línea suave de su cintura, el tirante que casi se caía del hombro y el cabello húmedo. Había algo en su forma de observarla que le hizo sentir calor en
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