Capítulo 4: La noche del pecadoLa lluvia en Santiago, por fin, se detuvo.Pero en el aire seguía flotando ese olor húmedo y agrio,como si la ciudad estuviera fermentando algún tipo de destino.Apenas había pasado una semana desde el accidente.Y sin embargo, el imperio del Grupo Larraín comenzaba a derrumbarse.Las acciones caían en picada, los socios retiraban sus inversiones,y los medios revoloteaban como cuervos sobre un cadáver.“Milagro financiero hecho añicos.”“La caída del imperio.”“El castigo del joven magnate.”Cada titular era una lápida tallada con burla.Pero más allá de la mirada pública, se agitaban corrientes más oscuras.En la habitación del hospitalSantiago seguía dormido, hundido en un silencio que parecía eterno.El respirador exhalaba un silbido rítmico,como una nana mecánica y sin alma.María, su madre, permanecía sentada a su lado,pálida, con el informe médico entre las manos.Era la tercera vez que intentaba razonar con Ernesto, su esposo,pidiéndole que
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