Capítulo 2: La Cláusula del DeberEl silencio que siguió a mi ataque no fue un alivio. Fue una promesa.Kael se tambaleó menos de un centímetro. Su rostro, que un segundo antes había estado a punto de robarme el aliento con un beso forzado, se contrajo en una mueca de agonía controlada. Si hubiera sido cualquier otro lobo, estaría revolcándose en el suelo. Pero Kael Draconis, el Alfa Supremo con la reputación de ser de acero, solo tembló.Su agarre en mi muñeca, donde había colocado la maldita argolla de plata negra, se intensificó hasta el punto de la restricción dolorosa. Podía oler el pico de feromonas de furia que emanaba de su piel.—Eres... —su voz era un gruñido bajo, sacado a la fuerza de un pecho que se negaba a admitir debilidad—, increíblemente imprudente.—Me niego a ser besada por un dictador. Y me niego a ser tu cautiva —siseé, respirando rápido, sintiendo el subidón de adrenalina. Mi loba, que había estado aullando en terror, ahora aullaba en triunfo.La expresión de Ka
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