Mundo ficciónIniciar sesiónEl aire en el portal principal de la Fortaleza Draconis se había cortado con una espada de hielo. Anya, agotada por la sobrecarga mágica y aún sintiendo el recuerdo físico de la Marca de Kael, apenas había notado la llegada del vehículo blindado hasta que se detuvo. Al girar la cabeza, vio la figura alta y perfectamente arreglada que esperaba junto al coche.
Era Alfa Zafiro. Su nombre era Alaric, pero en el mundo político de los licántropos, solo era conocido por el color dominante de su manada y por su peligrosa ambición.
Alaric Zafiro vestía un traje de cachemira gris perla que olía a vainilla y poder. Sus ojos, del color de su manada, eran un azul tan pálido que parecían reflejar la luz lunar. Su lobo, a diferencia del Draconis de Kael, era frío y calculador, y se notaba en la forma en que su sonrisa nunca llegaba a sus ojos.
Anya sintió que Kael tensaba el brazo bajo su agarre. La advertencia que Kael le había dado en el bosque —Si alguien te toca, lo mataré— resonó en el enlace psíquico, más fuerte que el gruñido territorial del Draconis que ahora regresaba lentamente a su jaula.
— Kael, mi amigo. Llegas justo a tiempo —la voz de Zafiro era suave y pulida, un contraste perfecto con la aspereza salvaje de Kael. No había calidez, solo escrutinio. Sus ojos, sin embargo, se clavaron en Anya.
— Llego cuando se me antoja, Alaric —respondió Kael, su voz baja y cargada de una amenaza que Zafiro ignoró con calma—. No sabía que la política no podía esperar a que termináramos nuestros asuntos. Permíteme presentarte a mi mate, Anya.
Zafiro hizo una pequeña reverencia, sus ojos evaluándola con una curiosidad irrespetuosa que la hizo estremecer.
— Una belleza inusual, Kael. Nunca mencionaste que tu prometida era... extranjera. Y he de decir, muy oportuna. Justo después de la crisis con la Ceniza.
Anya sintió el pinchazo. El mensaje era claro: Este matrimonio es político y por desesperación.
— La Ceniza fue el detonante, no la razón, Zafiro. Ella fue mi elección hace mucho tiempo —mintió Kael sin pestañear. Pero Zafiro no le creyó. Su mirada se fijó en la mano de Anya, donde el anillo de la Marca brillaba ominosamente. Luego, se deslizó hasta su cuello, donde el olor a posesión de Kael era innegable, pero la falta de una mordida de vínculo era un secreto a voces.
Zafiro sonrió de una manera que hizo que la sangre de Anya hirviera.
— Por supuesto. Pero si si me permites la impertinencia, Kael. Tu mate parece exhausta. ¿Ha estado tan ocupada con los deberes de la manada, o tal vez con los deberes conyugales? Se ve... pálida.
El comentario no era una pregunta, sino un desafío directo a la virilidad de Kael. La palidez de Anya, producto del uso de su don de Anuladora, era una debilidad que Zafiro explotaba.
La respuesta de Kael fue instantánea y aterradora. El control humano que había recuperado se rompió. Anya sintió la ola de ira que emanaba de él.
— Cuidado, Alaric. Mi mate es mi prioridad. Y en cuanto a mis 'deberes', no son asunto tuyo. Pero si dudas de la solidez de mi vínculo, tal vez deba darte una demostración —siseó Kael.
El ambiente se volvió tan denso que el guardia más cercano dio un paso atrás. Zafiro, sin embargo, se mantuvo firme, una sonrisa condescendiente en su rostro.
— No es necesario que te fatigues, Kael. Simplemente quería asegurarme de que las prioridades de la manada Draconis estuvieran claras. Una pareja fuerte es una manada fuerte.
Kael apretó el agarre en el brazo de Anya, sus nudillos blancos. Ella sabía que estaba al borde de transformarse de nuevo. Tenía que intervenir. Su don no podía anular la ira de un Alfa, pero su intelecto podía manejar la política.
Anya dio un paso hacia adelante, liberando ligeramente el brazo de Kael para obligarlo a soltarla. Se puso en posición de esposa devota y colocó una mano sobre el pecho de Kael, justo encima de su corazón.
— Disculpe, Alfa Zafiro. Mi marido se preocupa demasiado —dijo Anya, obligando a su voz a sonar suave y sumisa, un acto que le costó cada gramo de dignidad—. He estado ayudando a nuestros sanadores a tratar a las víctimas de la Ceniza. Kael es muy protector y odia verme agotada, por muy noble que sea el deber.
La mentira fue perfecta. Era plausible, elogiaba a Kael por su bondad y justificaba su palidez.
Zafiro frunció el ceño, claramente decepcionado. — Es admirable, Lady Anya. Su devoción a la manada, y a su... marido, es evidente. —Sus ojos se detuvieron en la Marca de Kael, esa huella olfativa que aún quemaba en su cuello. Zafiro dio un paso más cerca de ella, invadiendo el espacio personal con una audacia calculada—. Espero que tengamos oportunidad de conocernos mejor, ya que ambos estamos ahora unidos por el destino de nuestros clanes. La política, después de todo, necesita una mano delicada.
Kael no soportó la proximidad. La ola de celos territoriales que emanó de él fue tan fuerte que Anya casi se tambalea. El lobo Draconis rugió, exigiendo sangre.
Antes de que Zafiro pudiera acercarse más o antes de que Kael perdiera el control y lo desmembrara, Kael la tomó por la cintura y la barbilla. Su boca descendió sobre la de ella con una fuerza brutal que no dio lugar a protestas.
El beso no fue de amor. Fue una declaración de guerra, una advertencia marcada con sus dientes. Kael no la besó, la reclamó. Sus labios se movían con una urgencia violenta, y su lengua exigía una respuesta que ella no estaba dispuesta a dar.
Pero la Anuladora no pudo anular esto. La electricidad del contacto se magnificó diez veces por el enlace psíquico ya activado. Anya sintió que el instinto puro de Kael, ese lobo que acababa de marcarla en el bosque, se inyectaba en su boca. Era una mezcla de peligro, posesividad y un hambre tan crudo que la dejó sin aliento.
La traición vino de su propio cuerpo. A pesar de su furia, a pesar del odio, sus labios respondieron a la dominación con una sumisión salvaje, y sus brazos se apretaron involuntariamente alrededor de la ancha espalda de Kael. El beso se hizo más largo, más profundo, más intenso de lo que cualquier "demostración" pública debería ser.
Kael cortó el beso tan abruptamente como lo había iniciado. Su respiración era agitada y sus ojos ardían. Por un segundo, sus pupilas se enfocaron, y Anya vio una mezcla de triunfo y horror ante lo que acababa de hacer.
El rostro de Alaric Zafiro estaba rígido. Su sonrisa había desaparecido por completo, reemplazada por una rabia helada. La demostración había sido tan poderosa, tan visceral, que no podía cuestionarla. El vínculo entre Kael y Anya, consumado o no, era peligrosamente fuerte.
— Mis disculpas, Alfa Zafiro —gruñó Kael, volviendo a colocar a Anya protectoramente detrás de él. Su voz era áspera—. Los instintos de mate son difíciles de controlar después de un largo viaje. Ahora, si me disculpas, mi esposa y yo tenemos asuntos más íntimos que atender.
Zafiro se recompuso rápidamente. — Por supuesto. Te daré mi informe a primera hora. Disfruten... su matrimonio. —El énfasis en 'disfruten' era una advertencia. Zafiro sabía que había algo que no encajaba, pero el poder del beso lo había silenciado temporalmente.
Mientras Zafiro se marchaba, Kael apenas esperó a que el coche saliera del complejo antes de tomar a Anya por el brazo y arrastrarla.
— ¿Qué demonios fue eso? —siseó Anya, luchando por recuperar el aire y el control sobre su cuerpo tembloroso.
Kael la empujó contra la pared de piedra más cercana, su cuerpo bloqueando la vista de los guardias. La rabia en sus ojos había sido reemplazada por una tormenta de confusión.
— Una advertencia a un rival —siseó él, pero la voz le temblaba—. Y un recordatorio para ti. Cuando estés bajo mi Marca, actuarás con la posesión que mereces. ¿Entiendes, Anya? No me des una razón para dudar de la fuerza de nuestro vínculo.
— No te di una razón. Zafiro la buscó. Y tú, Kael, simplemente cediste al lobo. ¡Esa no fue una demostración política! ¡Fue una declaración animal! —Ella se soltó con un tirón—. Te juro que te odio por cada segundo que pasó.
Kael se acercó de nuevo, pero esta vez, en lugar de besarla, apoyó la frente contra la de ella. Ambos estaban jadeando.
— Bien. Ódiame. Úsalo para mantenerte fuerte, Anuladora. Porque ahora, todos creen que soy un Alfa loco de celos, y tú, mi única debilidad. Y esa farsa... es la que nos mantendrá a ambos con vida.
La dejó allí, temblando contra la fría piedra de la Fortaleza, y se fue sin mirar atrás. Anya se quedó sola, tocándose los labios, sabiendo que el beso no había sido una mentira para Zafiro, sino para sí misma. La línea entre el odio y el deseo se había desdibujado peligrosamente.







