El aire en el quirófano principal era denso, filtrado y estéril, pero la tensión que lo llenaba era palpable, pesando más que la gravedad. Sobre la mesa de operaciones, el Paciente Silencioso estaba conectado a un enjambre de cables y sensores. El mapeador neural, un dispositivo que hace cinco años había sido una promesa de curación y una fuente de ruina, ahora brillaba con luz azul, listo para la guerra.Cassian y Elara estaban uno frente al otro, separados por la mesa y el abismo de cinco años, pero unidos por el Protocolo Ícaro que Cassian había diseñado en la desesperación.En la galería de observación, la Dra. Vanessa Hayes estaba sentada, erguida, con la expresión imperturbable de un juez. Su carpeta y bolígrafo estaban listos para registrar cualquier desviación. Junto a ella, el Dr. Thorne, con la arrogancia de quien espera un fracaso ajeno, vigilaba cada parpadeo en los monitores.Cassian inclinó la cabeza hacia Elara, el único contacto permitido. —Comenzamos la Fase I. Navega
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