La enzima Sintética C-27, el compuesto vital que Elara había conseguido a través del canal obsoleto, era delicada, volátil. Venía en un contenedor de titanio del tamaño de una lonchera y requería una temperatura constante de −40 grados Celsius. El almacén central, en su prisa por deshacerse de un compuesto requisado por un "pase de becaria obsoleto", lo había liberado sin el vehículo de transporte especializado.
—Es una bomba de tiempo con una vida útil de doce horas —dijo Elara, mirando el medidor de temperatura que comenzaba a parpadear en rojo—. El contenedor no aguantará el viaje de regreso al laboratorio.
—No podemos transportarlo en el coche de Logística. Si Sterling tiene ojos en esa división, lo interceptarán o, peor, lo manipularán —respondió Cassian, tomando el contenedor con sumo cuidado.
La única solución era el coche personal de Cassian, aparcado en el parking privado, y una parada improvisada en la única farmacia especializada en investigación de alta gama que estaba a d