El departamento de los Beaumont olía a vino caro y a desesperación. No esa desesperación evidente y ruidosa, sino la silenciosa, la que se esconde entre cristales impecables, sillones limpios y lámparas elegantes. Clara se había sentado en la mesa del comedor con los brazos cruzados, los nudillos tensos y una ansiedad que trataba—sin éxito—de disimular. Frente a ella, sus padres la evaluaban como si fuera una inversión en riesgo.Su madre fue la primera en hablar, con ese tono suave que siempre le había dado más miedo que los gritos.—Clara, cariño… nos llegó el informe del laboratorio.Clara apretó los dientes.¿Informe? ¿Qué informe?Sabía perfectamente cuál. El que había pedido su madre, con su influencia, en aquella clínica privada donde Clara había pagado para obtener un resultado positivo… sin saber que la propia Clara Beaumont no podía confiar ni en la clínica ni en sus propios padres.Su padre intervino con un suspiro teatral, dejando la copa sobre la mesa.—No estás embarazad
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