Cap. 24. Confesiones incompletas
El coche avanzaba lentamente por el camino de regreso, con las luces rebotando en las piedras del camino. Caroline iba callada, apretando las manos sobre su falda. Su respiración aún estaba alterada por el susto en la plaza. Mariano, con una mano en el volante, le buscó la otra y la sujetó con fuerza. - "No voy a preguntarte nada", dijo Mariano al fin, con voz grave, "pero no quiero que creas que estás sola". Caroline lo miró de reojo. La firmeza en sus dedos, el calor de su palma, era lo único que le daba un respiro. Él inspiró hondo, como si luchara con sus propios fantasmas. - "Cuando era niño…", empezó Mariano, sin apartar los ojos de la carretera, "mi casa no era un lugar feliz. Mi padre tenía un carácter difícil, con pensamientos muy inflexibles sobre lo que un hombre supuestamente debe ser, y yo aprendí muy pronto a esconderme para que no me viera,
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