No sé cuántas veces he abierto hoy la laptop. La cierro, la abro, la vuelvo a cerrar. Es como una adicción. Cada vez que lo hago siento un nudo en la garganta y una especie de mareo… como si me fuera a desmayar.Pero ahí está. No es un sueño, no es una pesadilla inventada por mi cabeza loca: los movimientos bancarios siguen apareciendo, uno detrás de otro. Cuentas que no conocía, nombres de empresas que suenan falsas, como sacados de un mal chiste: Blue Sea Investments, Global Trust Holdings, Paradise Group. Todas con el mismo destino: Islas Caimán.No soy tonta. Sé lo que significa. Adrián está sacando dinero de la empresa. No es mío, no es de él. Es de la familia, de los socios, de las personas que confiaron en él. Y lo está escondiendo.Lo peor… es que usa mi nombre en algunos de esos movimientos. Mi firma digital.Me tiembla el estómago. ¿Cómo no me di cuenta antes? ¿Desde cuándo?Recuerdo las veces que me pedía la clave “para revisar algo rápido”, o me decía “firma aquí, amor, es
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