54. Propuesta en la oscuridad.
Me quedé ahí, de pie, en medio de la calle, junto al auto, observando directamente a Máximo. — No recuerdo de qué tenemos que hablar — le dije con sinceridad.Él lanzó un enorme suspiro, como si de verdad estuviera cansado de toda esa situación. Probablemente así lo fuera. Los ojos azules claros de Máximo seguían puestos sobre los míos, como si de verdad esperara que yo pudiera prácticamente leerle la mente.Así que preferí dar la vuelta, rodeando el auto, y subirme al asiento del copiloto. Lo último que necesitaba en ese momento era tener más conflictos con el mafioso. Así que simplemente ajusté el cinturón de seguridad, y él arrancó el auto en silencio, sin decir ni una sola palabra.Las luces de la ciudad comenzaron a desaparecer poco a poco. No sabía a qué lugar íbamos. Tuve miedo. Tuve miedo de Máximo, de su silencio, de la postura rígida que tenía mientras conducía.Entonces, cuando comencé a ver que tomábamos un camino alterno, saliendo de la ciudad, me aclaré la garganta
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