57. la ruta prohibida.
A pesar del mutuo y silencioso acuerdo, Santiago no apareció muy contento con la idea.
— No creo que eso sea lo que esté pasando — dijo. Tal vez simplemente lo que estaba haciendo era intentando encontrar sentido a la conclusión a la que habíamos llegado... a la conclusión a la que yo había llegado — Creo que lo mejor que podemos hacer en este momento es ir a la tienda, comprar algo de este medicamento y analizarlo. Creo que ahí podemos ver si algo extra se le está añadiendo por fuera de la fábrica.
Yo concordaba con esa propuesta, pero ya estábamos ahí. Ya estábamos en la fábrica, no perdíamos absolutamente nada intentando seguir al auto, y él pudo ver esa expresión en mi mirada.
— Hay que hacerlo — le dije.
Pero él no parecía seguro.
— La verdad no lo sé, solo creo que llamaríamos demasiado la atención. podemos regresar después.
Pero yo negué.
— Ya estoy lista. Hay que hacerlo ahora. Hay algo en todo esto... puedo sentirlo — dije, justo cuando él apoyó la mano e