La mañana era cálida, con un sol que se filtraba entre las cortinas del dormitorio, pintando de dorado las sábanas revueltas.Miranda despertó despacio, como si el sueño la retuviera unos segundos más en esa paz tan rara que últimamente encontraba.Sintió el brazo fuerte de Adrián rodeándola, su respiración acompasada y profunda.Por primera vez en meses, había dormido profundamente, sin sobresaltos, sin esas imágenes confusas que solían perseguirla en la madrugada.Se giró con una leve sonrisa y lo observó dormir.Su rostro relajado, la línea firme de su mandíbula, el leve ceño que siempre fruncía incluso en reposo…Aún después de todo, seguía siendo ese hombre que la había cautivado con su fuerza y su serenidad.Adrián abrió los ojos justo en ese momento, como si hubiera sentido su mirada.La miró con ternura y, sin decir nada al principio, le acarició la mejilla antes de besar su frente.—Buenos días, amor —murmuró con voz ronca.—Buenos días —respondió ella, sonriendo suavemente—.
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