Tariq Al-Farsi estaba de pie en el centro de su despacho, el amanecer de Nueva York pintaba su rostro con un tono grisáceo producto del insomnio. No había dormido.El recuerdo del pergamino y de la leyenda se había incrustado en su mente como un fragmento de vidrio.— Hori. Asha. Apep. — Fue nombrándolos lentamente, como si al pronunciar esos extraños y viejos nombres pudiera descifrar el enigma.— La traición, vendrá de la envidia, de mi propia sangre. ¿Pero qué significa? ¿Es mi propia familia quien me va a traicionar? ¿Y qué razón justificaría una actuación semejante? — Por más que le daba vueltas en su cabeza no lograba entenderlo.Golpeó la mesa de caoba con frustración, su primer sospechoso, el Senador Caldwell, era un hombre ambicioso que quería hundirlo. Él creía que Caldwell era el autor intelectual de todo lo que le había estado pasando y además su enemigo principal.— Fue el Senador quien me chantajeó y es quien espera que utilice mi empresa para sus propias maquinaciones.

El cristal roto en el suelo de la cocina era el único testigo de la explosión de rabia y deseo. Tariq y Eleanor se quedaron separados por la encimera, el aire todavía vibrando con la fuerza del beso prohibido y la amenaza helada de Fátima.— ¿Tres horas? ¿Y me pides que desaparezca? — La voz de Eleanor era un hilo de seda, pero contenía una dureza de acero. El sabor de Tariq aún estaba en sus labios, una prueba de que, si se quedaba, la destruiría de una forma mucho más profunda que la bancarrota.Tariq se pasó la mano por el cabello, enredando su impecable peinado. Estaba atrapado. La llamada de su madre le había recordado la única verdad que siempre lo doblegaba: la vida de su padre.— A Zeina solo la veo como lo que es, una garantía. A ella no la veo como mujer — gruñó Tariq con su mirada intensa. — Es el rostro de la estabilidad para la junta. Si te ve, si te descubre, no tendré tiempo de explicar el contrato. Mi madre la usará para desacreditarme y obligarme a efectuar la boda in

Tariq llegó al hangar abandonado envuelto en la culpa, el Maybach que conducía derrapó bruscamente antes de detenerse. El lugar bien podría ser una tumba perfecta para ocultar una vida o un cadáver.— Espera aquí hasta que yo regrese. — Le dijo a su chofer sin voltear a verlo y se bajó del auto.Tariq entró al lugar, su traje estaba impecable a pesar de la tensión de esa agitada mañana. El aire frío lo golpeó de llenó en el rostro, iba con el ceño fruncido, el informe de la Cuenta Espejo LATAM seguía girando en su cabeza, justificando a Amir y culpando de todos sus males a Caldwell.Eleanor estaba de pie, cerca de la oficina improvisada, con la maleta a sus pies. La encontró esperando en el frío, su rostro marcado por la frustración y el hambre, pero en el no había ni un pequeño rastro de la sumisión que él esperaba. Tenía la furia de una leona acorralada.— Lo siento — murmuró Tariq con un sentimiento de culpa palpable. — Tenía que ir por Zeina o... — Ella no lo dejó terminar.— ¿No d

Mientras Tariq libraba su propia cruzada en el penthouse, a kilómetros de allí, en el frío y solitario hangar, Eleanor intentaba encontrar algo de calor en una manta vieja.El momento de intimidad con Tariq la había destrozado. No era solo el alivio de la pasión, era la conexión que se abrió paso entre ellos. Él era dominante, sí, pero su desesperación era real, palpable. El recuerdo de sus manos, de su boca, de su cuerpo exigente, le quemaba la piel.— Tariq ha sido mi salvavidas. Él es el contrato que me libró de las deudas y de la cárcel, fue mi salida de la quiebra y es la clave para la investigación de Isaac. — Se dijo a sí misma en voz alta para recordarse la verdad y para convencerse de ella.— Nada más, no debo enamorarme de él. ¡El que se enamora pierde!, como la experiencia me ya me lo ha hecho saber. Eleanor se juró a sí misma jamás volver a depositar su confianza en un hombre. Y Tariq, el magnate atractivo y autoritario, que jugaba con vidas y corporaciones, él la desarma

Eleanor colgó la llamada hecha a Isaac, su mente ardía por la angustia y la necesidad de compartir con Tariq lo que había aprendido. No podía perder más tiempo congelada en la nada y sola. La verdad que Isaac le había enseñado a través de la llamada telefónica, enterándola de la red de Amir, Nasser y el homicidio de Dylan, era una bomba que Tariq, en su ceguera, no activaría. Ella tenía que ponerla en sus manos.Además, una verdad más simple y primaria la impulsaba, los celos intestinos que no podía evitar por más de que se lo ordenara a su mente.— Contrato o no, él es mi esposo y no voy a permitir que esa mujer caprichosa me lo quite — murmuró Eleanor recogiendo sus maletas.Sacó su teléfono del bolsillo del abrigo que llevaba puesto, no lo había cambiado todavía, seguía us