Mayte comenzó a reír, una risa que denotaba una mezcla de amargura y resignación.Martín la miró furioso, sin comprender su reacción.—¡Mayte! —exclamó, con la frustración reflejada en su voz.—No seas absurdo, Martín —respondió ella, con una sonrisa burlona—. No cuando en casa tienes a tu esposa e hija. Lo nuestro terminó, tenemos un hijo y sigo siendo una mujer casada. Este barco zarpó hace mucho tiempo.Martín se sintió herido en lo más profundo de su ser.Después de tanto tiempo, aún no podía aceptar que Mayte lo hubiera elegido a él.—Manuel te traicionó —insistió, con la esperanza de que ella recapacitara.—No más que tú, y hay una diferencia —dijo Mayte, con la mirada llena de determinación—. Amo a Manuel.Martín se quedó sin aliento, todo esperó, menos que ella fuese capaz de decirlo. El dolor y la rabia se apoderaron de él, y sin pensarlo, la tomó de los hombros y la acercó a su cuerpo.—No lo amas, solo estás despechada, me amas a mí —susurró, intentando besarla.Manuel, que
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