El sonido del viento colándose por las rendijas de las ventanas era lo único que se escuchaba. Afuera, la lluvia golpeaba con fuerza los cristales, y el eco del trueno se confundía con la respiración agitada de Mery. Llevaba horas encerrada en aquel cuarto, observando las sombras moverse como si tuvieran vida propia. Su mente no dejaba de repetir una y otra vez la misma pregunta: ¿Quién eres tú, Mathew?Cada palabra que él le había dicho retumbaba en su cabeza, mezclándose con los recuerdos borrosos de su secuestro. El momento en que perdió el conocimiento. El olor a cloroformo. El peso de sus brazos inmovilizados. Todo era una secuencia desordenada, como un sueño roto que no sabía si había terminado o recién comenzaba.De pronto, la puerta crujió. Mery se giró bruscamente, conteniendo la respiración. La figura de Mathew apareció, alta, imponente, con la mirada fija en ella. No dijo nada durante unos segundos, solo la observó, como si esperara algo. Luego, su voz, grave y serena, romp
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