Lara En un salón ostentoso, de lámparas gigantes de cristal, cuadros que exaltan paisajes y seres superiores, vasos finos, esculturas de yeso, oro y hasta diamantes, se encuentran unos seres de vestiduras elegantes, rostros perfectos y orejas puntiagudas.Son como dioses, criaturas sublimes que me hacen sentir pequeña.Luego están los sirvientes, uniformados con pulcritud. También tienen las orejas puntiagudas, cabello perfecto y piel lozana.Pero, por alguna razón, se ven inferiores a los tres faes que se encuentran sentados en una mesa redonda y cristalina, como si fuera hecha de una piedra preciosa que no identifico, pero es blanca y brillante.Trago pesado cuando Arion y yo nos acercamos a ellos, agarrados de las manos, como si nos conociéramos de toda la vida.—Ella es la siryes de la que nos hablaste... —masculla uno de ellos, con la barbilla levantada y aire de grandeza.Sus ojos son de un naranja claro y su cabello marrón, como la madera de los árboles. Tan apuesto como los d
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