ÉLISEEl aire es denso, cargado de su olor: madera oscura, cuero. Calor masculino. Cada respiración me recuerda que está en todas partes: sobre mi piel, en mi cabello, hasta en mi aliento. Me ha marcado, como si su cuerpo hubiera dejado una huella invisible, ardiente.Sigo acostada en la cama deshecha, desnuda, la piel húmeda, los músculos temblando. No me he movido. Pero él... él ya está de pie. Marcus se ha enderezado con la misma facilidad depredadora que una bestia. Frente al espejo, se viste lentamente, torso desnudo, pantalón entreabierto. Sus movimientos son tranquilos, metódicos, pero su mirada, en cambio, no se aparta de mi cuerpo.— Vístete.Su voz es grave, baja. No es una invitación. Es una orden.Me incorporo lentamente, mis piernas aún temblorosas. Busco mi vestido con la mirada. Está en el suelo, lejos de la cama, arrugado. Marcus aún me observa, una sonrisa apenas visible en la comisura de los labios. No es una sonrisa tierna. Es la de un hombre que sabe que estoy a su
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