Dos personas, unidas por las circunstancias, parecen incapaces de entenderse. Cada encuentro degenera en dardos, sarcasmos y enfrentamientos verbales, como si una hostilidad irreductible los separara. Sin embargo, detrás de esta fachada de animosidad se oculta una tensión más profunda: un deseo inconfesable que los perturba tanto como los atrae. Su "odio" no es en realidad más que una máscara frágil, una manera de ocultar la intensidad de la atracción que sienten el uno por el otro. Cada intercambio, por conflictivo que sea, se convierte en una danza eléctrica donde las palabras son armas... pero también caricias disfrazadas.
Élise
La sala de audiencias está llena a rebosar. Los bancos crujen bajo el peso de los curiosos, periodistas y familias. Los destellos de las cámaras se han apagado a regañadientes, pero la electricidad en el aire no disminuye.
Cada mirada pesa sobre mí. Cada respiración que escucho no pertenece a un espectador, sino a un juez silencioso.
Lo aprendí hace tiempo: