ÉLISE
No sé cómo volver a respirar.
O tal vez él respira por mí. Cada aliento que me arranca me sumerge un poco más en este calor sofocante.
Marcus me empuja contra la pared, su cuerpo entero contra el mío, y la fría piedra de mi espalda no logra calmar el incendio que me consume. Su mano aprieta mi muslo, manteniéndome prisionera, mientras que la otra rodea mi cuello, sus dedos en mi cabello, como una cadena invisible que me impide huir.
Pero no quiero huir.
Su boca resbala por mi garganta, se detiene, muerde suavemente mi piel antes de dejar un beso tranquilizador. Un gemido sofocado escapa de mis labios. Él levanta la cabeza, sus ojos oscuros fijos en los míos, y esa mirada me hace temblar más que sus manos.
— Shh... susurra, su aliento caliente rozando mi clavícula.
Su murmullo es tanto una caricia como una orden. Me someto, incapaz de resistir.
Sus dedos descienden lentamente por mi muslo, una lentitud calculada, casi cruel. Siento cada roce como un rayo que sube hasta mi vientre