2. La Boda Como Salvación

Rafael golpeó la puerta del estudio de Luca Franzani exactamente a las diez de la mañana. Había conducido dos horas hasta la torre corporativa Franzani, cancelando tres reuniones importantes. Pero cuando Luca Franzani llamaba, uno acudía.

—Adelante. —La voz grave resonó desde adentro.

El estudio era exactamente lo que Rafael esperaba: poder condensado en madera de ébano y cuero italiano. Luca Franzani, a sus cincuenta y ocho años, mantenía el porte de quien nunca había conocido el fracaso.

—Rafael. —Luca no se levantó de su escritorio—. Siéntate.

Rafael obedeció, tratando de no mostrar su nerviosismo. Los números rojos de la empresa danzaban en su mente.

—Iré directo al punto. —Luca cruzó las manos sobre el escritorio—. Casa Almonte está al borde de la quiebra.

—Los números del último trimestre fueron complicados, pero...

—No insultes mi inteligencia. —Luca abrió una carpeta—. Deudas con proveedores, tres meses de salarios atrasados, la línea de crédito al máximo. Tienes seis semanas antes del colapso total.

Rafael sintió la boca seca. —¿Cómo...?

—¿Cómo lo sé? —Luca sonrió sin humor—. Tu padre fue mi amigo por treinta años. Prometí cuidar de su legado.

—Entonces ayúdanos. La fusión con Franzani...

—Exacto. —Luca se reclinó en su silla—. El matrimonio entre nuestras casas. Tu padre y yo lo acordamos cuando Clara nació.

—Clara está lista. Se graduó con honores, conoce el negocio...

—Clara es pretenciosa y carece de verdadero talento. —Luca fue brutal—. Pero es una Almonte, y eso basta.

Rafael apretó los puños pero no respondió. No podía darse el lujo.

—Mi hijo Matteo necesita casarse. —Luca continuó—. La junta directiva presiona. Quieren estabilidad, una imagen familiar. El matrimonio con una Almonte legitimaría la fusión, calmaría a los inversores.

—Entonces estamos de acuerdo.

—Hay condiciones. —Luca sacó un documento—. Primero, la boda debe ser en tres meses máximo.

—¿Tres meses? —Rafael palideció—. Eso es...

—No negociable. Segundo, Clara debe vivir en la mansión Franzani desde el compromiso. Tercero... —Luca lo miró fijamente—. Isidora debe estar presente en todos los eventos familiares.

—¿Isidora? —Rafael no pudo ocultar su sorpresa—. ¿Por qué?

—Tu padre la protegió hasta su muerte. Su ausencia en los eventos sociales ha sido notada. La prensa podría hacer preguntas incómodas.

—Isidora es... difícil. Antisocial.

—Isidora es una Almonte. —Luca fue tajante—. Y debe actuar como tal. O no hay trato.

Rafael consideró sus opciones. No tenía ninguna.

—Acepto.

—Bien. —Luca se levantó—. Mañana a las dos en tu casa. Llevaré a Matteo para formalizar el compromiso.

Mientras esperaba el elevador, Rafael marcó a Clara.

—¿Conseguiste la reunión? —Clara respondió al primer timbre.

—Mejor. Mañana vienen a formalizar el compromiso.

—¡¿Mañana?! —Clara gritó—. No tengo nada que ponerme.

—Compra lo que necesites. —Rafael entró al elevador—. Y asegúrate de que Isidora esté presentable.

—¿Por qué tendría que...?

—Órdenes de Luca. Sin discusión, Clara.

Rafael se masajeó las sienes. Salvar la empresa requería sacrificios. Si eso significaba soportar a Isidora en eventos sociales, lo haría.


Matteo Franzani miraba la ciudad desde su apartamento en el piso cuarenta. A sus veintitrés años, controlaba la división de diseño de Franzani Atelier. No por nepotismo, se decía, sino por talento.

Su teléfono vibró. Lucía.

"¿Ocupado esta noche?"

Matteo sonrió. Lucía era la modelo estrella de su última campaña. Ambiciosa, hermosa, y completamente prescindible.

"Mi apartamento. Nueve."

"Perfecto. Tengo noticias sobre tu padre y los Almonte."

Matteo frunció el ceño. ¿Qué sabría Lucía sobre los negocios de su padre?

Franco, su mejor amigo, entró sin tocar. —¿Listo para el club?

—Cambio de planes. —Matteo guardó el teléfono—. Lucía viene.

—¿Otra vez? —Franco se sirvió whisky del bar—. Pensé que era solo diversión.

—Lo es.

—Ella no parece entenderlo así. —Franco bebió—. Hablando de mujeres, tu padre mencionó algo sobre Clara Almonte.

—¿Clara? —Matteo hizo una mueca—. Es insoportable.

—Pero heredera. Y tu padre parece decidido...

—Mi padre puede estar decidido todo lo que quiera. —Matteo vació su vaso—. Yo elijo con quién me caso.

Su teléfono sonó. Era su padre.

—Mañana, dos de la tarde, mansión Almonte. —Luca fue directo—. Viste formal.

—¿Para qué?

—Negocios importantes. No llegues tarde.

La llamada terminó. Matteo miró a Franco.

—Parece que mi creatividad será puesta a prueba antes de lo esperado.

Esa noche, Lucía llegó puntual. Vestía un vestido rojo que no dejaba nada a la imaginación.

—¿Whisky? —Matteo le ofreció un vaso.

—Sabes que prefiero champagne. —Lucía se sentó cruzando las piernas deliberadamente.

—Hoy es noche de whisky. —Matteo se sentó frente a ella—. Dijiste que tenías información.

—Tu padre se reunió con Rafael Almonte esta mañana. —Lucía bebió un sorbo—. Mi amiga es asistente en el edificio. Lo vio llegar desesperado y salir aliviado. Algo se acordó. Algo grande.

—Mi padre siempre está acordando algo.

—¿No te preocupa? —Lucía se levantó y caminó hacia él—. Lo de Clara Almonte y tú es un secreto a voces.

—No hay nada entre Clara y yo.

—Pero tu padre quiere que lo haya. —Lucía se sentó en el brazo de su sillón—. Y cuando Luca Franzani quiere algo...

—Soy yo quien decide mi vida. —Matteo la miró fríamente—. No mi padre.

—Por supuesto. —Lucía pasó un dedo por su mejilla—. Solo pensé que querrías estar preparado.

—Siempre lo estoy. —Matteo se levantó, distanciándose—. ¿Eso es todo?

—¿Me estás echando?

—Tengo trabajo.

Cuando Lucía se fue, dando un portazo, Matteo volvió a su ventana. Casa Almonte al borde de la quiebra. Su padre necesitando un matrimonio para calmar a la junta. Las piezas encajaban demasiado bien.

Marcó a Franco.

—¿Cambio de opinión sobre mañana?

—No. Pero prepárate. —Matteo miraba las luces de la ciudad—. Puede que necesite un plan B.


La mañana siguiente, la mansión Almonte era un caos. Clara había estado despierta desde las cinco, probándose vestidos y gritando órdenes.

—¡El azul no! —Le gritó a su estilista personal—. Matteo odia el azul.

—¿Cómo sabes lo que le gusta? —Rafael pasó ajustándose la corbata.

—Lo investigué. —Clara eligió un vestido crema—. Sé todo sobre él.

—Una hora. ¿Dónde está Isidora?

—Limpiando, supongo. —Clara se miraba en el espejo—. ¿De verdad tiene que estar presente?

—Órdenes de Luca. —Rafael fue tajante—. Charles, encárgate de que esté lista.

Charles encontró a Isidora en su cuarto, leyendo.

—Necesitas prepararte. —Charles abrió su pequeño closet—. La reunión es en cuarenta minutos.

—No tengo nada apropiado.

—Esto servirá. —Charles sacó un vestido negro simple—. Era de tu madre.

Isidora finalmente lo miró. —¿Por qué tengo que estar ahí?

—Órdenes de arriba. A veces es mejor no hacer preguntas.

Bajó justo cuando el timbre sonaba. Rafael y Clara ya estaban en posición.

—Por fin. —Clara la miró con desdén—. Párate atrás. No hables a menos que te pregunten.

Charles abrió la puerta. Luca Franzani entró primero, imponente en su traje gris. Detrás de él...

Isidora contuvo la respiración.

Matteo Franzani era exactamente como las revistas lo describían, pero más. Alto, cabello oscuro perfectamente peinado, ojos verdes que parecían ver a través de todo.

—Luca, bienvenido. —Rafael extendió la mano.

—Rafael. —Luca estrechó brevemente—. Conoces a mi hijo, Matteo.

Matteo asintió sin sonreír. Sus ojos ya habían encontrado a Clara.

—Clara. —Su voz era profunda, controlada—. Has cambiado desde la universidad.

—Para mejor, espero. —Clara rio, un sonido demasiado agudo.

Mientras se movían, Matteo notó a Isidora en las sombras. Por un momento, sus ojos se encontraron. Ella desvió la mirada inmediatamente.

—¿Quién es? —preguntó a Rafael.

—Nadie importante. —Rafael ni siquiera miró—. Mi otra hermana, Isidora.

En el salón, Luca fue al grano.

—El acuerdo entre nuestras familias es antiguo pero sólido. La unión de Clara y Matteo consolidará ambas casas. La boda será en tres meses. Clara se mudará a nuestra mansión después del compromiso oficial. La fiesta será este sábado.

—¿Este sábado? —Clara no pudo ocultar su emoción—. Es perfecto.

Matteo no había dicho una palabra. Observaba todo con esos ojos verdes calculadores.

—¿Tienes alguna objeción, hijo? —Luca lo miró directamente.

—¿Importaría si la tuviera?

—No. —Luca fue honesto—. Pero prefiero tu cooperación.

—Entonces la tienes. —Matteo dejó su copa vacía—. Con una condición. Quiero conocer a toda la familia. Incluida la hermana tímida.

—Charles. —Rafael llamó—. Trae a Isidora.

Minutos después, Isidora entró al salón. Había algo en su forma de moverse, quieta como agua profunda, que contrastaba con la energía frenética de Clara.

—Isidora. —Matteo se levantó, un gesto que no había tenido con Clara—. Un placer conocerte finalmente.

—Señor Franzani. —La voz de Isidora era suave pero clara.

—Matteo. —Él extendió su mano.

Isidora dudó antes de tomarla. El contacto fue breve, pero Matteo sintió la frialdad de sus dedos.

—¿No estás contenta por tu hermana?

—Clara siempre obtiene lo que quiere. —Isidora retiró su mano—. No necesita mi felicidad para validar la suya.

—Isidora. —Rafael la reprendió—. Discúlpate.

—No es necesario. —Matteo seguía mirándola—. La honestidad es refrescante.

—Si me disculpan. —Isidora hizo una pequeña reverencia—. Tengo obligaciones.

—¿Qué tipo de obligaciones? —Matteo parecía genuinamente curioso.

—Las que no interesan a personas importantes. —Isidora lo miró directamente por primera vez—. Permiso.

Salió antes de que alguien pudiera responder.

—Discúlpala. —Clara tomó el brazo de Matteo—. Es rara. Siempre lo ha sido.

Pero Matteo miraba la puerta por donde Isidora había desaparecido. Había algo en ella, algo que no podía identificar. Una calma que parecía desafiarlo sin palabras.

Salió del salón con pasos decididos. En el vestíbulo, vio a Isidora arreglando flores en un jarrón.

—¿Siempre haces el trabajo doméstico?

Isidora no se sobresaltó. —Alguien tiene que hacerlo.

—Eres una Almonte. No deberías...

—¿No debería qué? —Finalmente lo miró—. ¿Trabajar? ¿Ser útil? No todos podemos vivir de apellidos y apariencias.

—Interesante técnica de arreglo floral. —observó—. ¿Dónde la aprendiste?

—Mi madre. —La voz de Isidora se suavizó—. Le gustaban las flores.

—¿Alicia San Martín?

Isidora se tensó. —¿La conoció?

—De vista. Era hermosa. —Matteo la estudió—. Te pareces a ella.

—No me parezco a nadie. —Isidora terminó con las flores—. Con permiso.

—¿Siempre huyes de las conversaciones?

—Solo de las innecesarias. —Isidora dio un paso hacia atrás—. Su novia lo espera.

—Clara no es mi novia. Aún.

—Lo será el sábado. —Isidora lo miró fijamente—. Y entonces estas conversaciones serán aún más innecesarias.

Se fue dejando a Matteo en el vestíbulo, rodeado del aroma de las flores recién cortadas.

Su teléfono vibró. Un mensaje de Lucía: "¿Cómo fue? ¿Necesitas consuelo?"

Lo borró sin responder. Lucía ya no era interesante.

Pero una chica de ojos azules que lo miraba como si no existiera... eso era diferente.

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