Los hombres no se atrevían tocarla, tan sólo se santiguaban y rezaban, temblando de miedo, mi madre, cómo siempre con voz enérgica, les gritaron para que la obedecieran y los amenazó con correrlos si no lo hacían, pero también les ordenó no decir nada, por lo que no tuvieron más remedio que obedecer; ella los guio hasta el sótano, salimos de mi habitación, y caminamos por el corredor superior, hasta la escalinata que llevaba directamente hasta el huerto, no quería que nadie ajeno al palacio, se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, yo, envuelta en una manta, caminé tras ellos, salimos al jardín y cruzando el huerto, al fondo de la propiedad, había una bodega, desde niña, siempre me prohibieron acercarme “Es una bodega para herramientas, es peligroso, te puedes hacer daño” — me decían — la puerta estaba cerrada con un gran cerrojo y un candado, ella, abrió el candado y dentro de la “bodega”, sólo había unas escaleras, bajamos hasta llegar a un pasaje secreto, estaba muy oscuro, per
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