KOSTASMe muevo sobre ella, preparándola. Mi cuerpo busca el suyo, pero ella se detiene, colocando sus manos tímidamente sobre mi pecho.—Kostas —susurra, la adrenalina desaparece y la ansiedad toma su lugar—. Hace mucho tiempo que no tengo sexo.El tono de su voz cambia, volviéndose una súplica nerviosa.—Sé más suave. Tienes... un miembro muy grande.La miro a los ojos. La miro de verdad. El deseo brutal se atenúa, dejando paso a la promesa de protección que ella me pidió.—Seré gentil —le digo, mi voz baja y firme, asegurándole que la he escuchado—. No te preocupes, no tengas miedo. Esto es nuestro, Melisa. Confía en mí.Me acomodo entre sus piernas. La miro a los ojos una última vez, buscando su permiso silencioso, y ella asiente. Me deslizo en ella con la lentitud de un ancla. Es un ajuste apretado, una posesión profunda que me quita el aliento.Ella gime, pero es un sonido de sorpresa, no de dolor. Espero, dándole tiempo para que se acostumbre a la extensión de mi cuerpo dentro
Leer más