Cuando Rodrigo se despide de su hermano, sigue renuente. Sabe que Víctor tiene algo en mente, pero tal vez, solo tal vez, eso mantenga a Marina empleada por un poco más de tiempo. Tomando el ascensor que lo lleva a su piso, ya la encuentra en su mesa, antes incluso de su horario, trabajando con el mismo empeño del primer día.— Buenas tardes, Marina —saluda, con una expresión seria.— Buenas tardes, señor —responde ella, con una sonrisa en el rostro, pero cierto nerviosismo se esconde tras sus ojos.— ¿Podemos hablar un momento? —pregunta Rodrigo, caminando hacia la puerta de su oficina, sugiriendo que lo acompañe.Vacilante, Marina hace lo que él propone, pero la expresión seria de él revela que lo que viene no es nada bueno. Al entrar en la sala, ella se sienta en la silla frente al gran escritorio de su jefe. Rodrigo la observa por un momento y un silencio tenso se instala; parece estar luchando con las palabras, como si quisiera encontrar la mejor manera de iniciar aquella convers
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