Comenzando una nueva semana de trabajo, Marina siente el pecho oprimido y la ansiedad aumentar, previendo que en cualquier momento podrá ser confrontada por Víctor.
— ¿Pasa algo? —pregunta Katrina, notando la tensión visible en la compañera.
— No, está todo bien —responde, desviando la mirada, intentando parecer tranquila.
Katrina detiene lo que está haciendo y la observa por unos segundos en silencio, percibiendo que la respuesta fue evasiva. Antes de que pudiera profundizar la conversación, un repartidor de flores aparece en la recepción.
— ¿La señorita Marina Ferreira? —pregunta el hombre.
— Soy yo —responde Marina, confusa.
— Entrega para la señorita.
El repartidor se acerca, con un gran ramo en las manos, y se lo entrega a ella.
Al tomar el ramo, siente inmediatamente el perfume suave de las flores invadiendo el ambiente. Rosas rojas vibrantes dominan el arreglo, rodeadas de lirios blancos y margaritas amarillas, dispuestas armoniosamente en medio de un delicado envoltorio de pap