Un frío recorre su espalda al escuchar la voz autoritaria de Víctor en el teléfono. Es imposible no sentir el impacto que él tiene sobre ella.
— Hoy es sábado, señor Ferraz, y, además, son las ocho de la noche —comenta, intentando sonar firme, pero su voz tiembla levemente.
Se reprende mentalmente por permitir que la voz de Víctor, incluso solo por teléfono, la haga sentir tan vulnerable. Su cuerpo responde contra su voluntad, con la piel erizándose.
— No me importa eso —responde él, con la voz fría y autoritaria, como siempre—. Estoy llegando cerca de tu casa. ¡Sal ahora mismo! —ordena, ignorando por completo el intento de Marina de explicar la situación.
Ella respira hondo, intentando reunir fuerzas para mantener el control. ¿Qué piensa que está haciendo? La rabia empieza a apoderarse de ella, pero junto a ella, la inquietud causada por la voz de Víctor es innegable.
— No voy a ir, tengo un compromiso importante ahora —rebate, dejando que la voz salga más firme de lo que esperaba.
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