Es viernes por la noche y, tras una larga ducha, Víctor camina por el pasillo hacia el comedor, con una extraña sensación de calma. En su mente solo está Marina y los planes para un fin de semana perfecto. No puede esperar a estar con ella, y ese pensamiento le calienta el corazón. Sin embargo, al pasar frente al despacho de su padre, nota la puerta entreabierta. Algo no le cuadra, pero decide ignorarlo. Entonces, la voz grave y autoritaria de Xavier lo detiene.— Víctor, por favor, ven aquí — ordena, en un tono que no admite negativa.Contrariado, Víctor respira hondo. Con desgano, da media vuelta y entra en el despacho, donde lo esperan sus padres, ambos con expresión rígida. La tensión en el ambiente es evidente, y él ya sabe de qué se tratará. Cansado de esa resistencia a su relación, los encara con semblante helado.— Si se trata de otra charla llena de tonterías sobre mi novia, sepan que no pienso escuchar — declara, cortante.— Siéntate. Hazlo ya — interrumpe Xavier, con firmez
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