Ragolini cortó y giró hacia nosotros con sonrisa de todopoderoso satisfecho.—Listo. Le conseguimos un certificado especial para que no quede libre —dijo, exudando suficiencia—. Cuando vuelve, le toman exámenes de todo el trimestre y ya está. Eso sí, aprobar va a depender de él.Traduje para vos y para Ray, forzando a Ragolini a disculparse por su falta de educación. Me palmeaste la rodilla y alzaste las cejas con una sonrisita que me redujo a la solidez inexpugnable de un flan, porque decía a las claras: ‘vos, yo, gira, ¿vamos?’ Y un mundo de invitaciones tácitas que me sumergieron en un paraíso privado de ensoñaciones censurables, del que no bajé del todo durante el resto de la reunión. Por suerte, con vos y con Ray ahí, no necesitaba asomarme de la flanera, y pude quedarme así, sentadita y feliz al lado tuyo, sonriendo en silencio.—¿Entonces estamos todos de acuerdo? —preguntó Ragolini cuando ustedes terminaron de leer la última carilla.—Ahora precis
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