Fernando No pude dormir. Ni un solo segundo.Cada vez que cerraba los ojos, era como si la viera allí, frente a mí, con esa sonrisa suave que siempre juega en sus labios, con esa mirada que no sé descifrar pero que enciende algo en mi pecho. Pasé la noche sentado en el borde de la cama, con las manos entrelazadas, los codos apoyados en mis rodillas, mirando el piso de madera vieja y gastada de mi habitación de seminarista.Apreté los puños con tanta fuerza que sentí la piel tensarse sobre mis nudillos. Había rezado, sí. Pero esta vez no fue un rezo de paz ni de entrega. Fue un rezo lleno de rabia, de miedo, de celos, de sentimientos que no quiero sentir.Padre… susurré en mi mente, Padre, quítame esta debilidad. Hazme fuerte, hazme puro, hazme digno de ti…Pero no había paz en mí.Solo pensaba en ella. Solo pensaba en Sofía.¿Y si no regresa?¿Y si su padre la obliga a casarse con ese hombre?¿Y si… si ella quiere irse?Sentí un calor subirme al pecho, quemándome, llenándome de una
Leer más