Nicolás tenía una cita con Helena, una que había esperado más de lo que admitía. La invitó a la playa un domingo, buscando algo sencillo, sin pretensiones, pero con la esperanza de que ese día ambos lo disfrutaran al máximo como pareja.Cuando ella apareció, caminando hacia él con el sol detrás y el mar como telón de fondo, se le secó la boca. El traje de baño le quedaba perfecto, lo llevaba con seguridad, naturalidad, y con esa elegancia que no necesitaba esfuerzo.—Helena… Tragó saliva, intentando disimular el impacto. El deseo que sentía por ella era indescriptible. Le daban ganas de tocar y besar su piel… Helena lo saludó como si nada, ajena al torbellino que acababa de provocar. —¿Me veo bien? —preguntó, un poco penosa. Ella se echó hacia atrás un mechón de su cabello, porque no estaba acostumbrada a usar trajes de baño en dos partes. Nicolás para responder a su pregunta, se acercó, la tomó de la cintura y le plantó un salvaje beso en los labios que la dejó sin aliento. Ni
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