Helena estaba avergonzada en el auto junto a Nicolás. Él silencio entre ellos no era incómodo.
Miraba por la ventana, mordiéndose el labio inferior y los ojos brillosos por lo que iba a preguntar.
—¿P-puedo quedarme esta noche contigo? —soltó, entre balbuceos.
A Nicolás le sorprendió y disimuló la sonrisa que se le había formado en los labios. Por supuesto que quería pasar la noche con Helena.
—Claro, ¿por qué no? Podemos dormir juntos —La miró de reojo.
Pero Helena no sólo quería dormir con él.
—H-hace mucho que no tenemos intimidad por mi herida… —murmuró, jugando con sus dedos—. Y siento que necesito hacerlo para olvidar todo lo malo.
Nicolás estacionó el auto y no le gustó mucho lo que dijo: hacerlo para olvidar todo lo malo.
Inhaló hondo.
—Nosotros no lo hacemos para olvidar, Helena —comentó, tomándole la mano—. Lo hacemos porque nos amamos. ¿O acaso no me amas?
Las mejillas de Helena se encendieron y su corazón se aceleró de golpe. Pensó en que formuló mal la oración.