Karen estaba trabajando tranquilamente en la recepción, concentrada en organizar los últimos correos cuando sintió una sombra detenerse frente al escritorio. Levantó la mirada con naturalidad, sin esperar nada fuera de lo común.
Era Nicolás.
Se acercó con ese andar pausado que no anunciaba urgencia. Karen parpadeó, sorprendida de ver a su jefe tan temprano. No era habitual que él se dirigiera a ella directamente, y mucho menos con esa expresión serena.
—¿Tienes un momento? —preguntó él, sin levantar la voz.
Ella asintió, aún sin entender del todo qué buscaba.
—Dime, Nicolás…
—En un rato vendrá un hombre llamado Ramón qué me buscará —Miró el reloj en su muñeca—. No tiene cita previa. Necesito que lo dejes entrar y si es posible, llévalo a mi oficina.
—Sí, señor. Lo que usted diga.
—No seas tan formal —expresó—. Tal vez no hemos interactuado tanto, pero eres amiga de Helena y eso nos hace cercanos.
—C-claro —titubeó.
Para ella, era incómodo hablar con Nicolás cuando Helena no esta