Helena afinaba los últimos detalles de la nueva colección. Estaba concentrada en el papel, y su lápiz se movía con lentitud, trazando líneas perfectas.
—Lo siento, Helena, no puedo dejar de pensar en él —resopló Maikol, apoyándose en la pared—. Es la primera vez que tengo un crush por un japonés. Me siento en las nubes.
Helena rio, porque las ocurrencias de Maikol eran cada vez mayores. ¿Cómo se iba a enamorar a primera vista de un hombre que recién conoció?
Sólo él hacía eso.
—Bueno, ¿por qué no le pediste el número? —Le siguió el juego—. Así estarías hablando ahorita con él y podrías invitarlo a salir. No lo sé.
Maikol se encogió de hombros con un gesto que admitía su derrota. Estaba decepcionado de sí mismo debido a eso.
Había tenido la oportunidad. El cruce casual, la mirada compartida, el silencio que pedía algo más. Y sin embargo, dejó que se esfumara al no pedirle el número a Kaito.
—No sabes lo arrepentido que estoy por no haberlo hecho —Cerró los puños—. Ahora siento