Elsa lo escuchó y, al instante, los ojos se le llenaron de lágrimas.—Ay, hijo, ¿para qué tanto sufrimiento? —susurró con la voz hecha pedazos—. Mariana te quiso con el alma, y tú nunca supiste valorarla. Ahora que ya no está, la recuerdas a todas horas y hasta la sueñas de noche. Pero aunque la sueñes mil veces, no va a volver.Lucas, serio, entendía que aquel sueño no era simple nostalgia.Había sido demasiado real, tan nítido que parecía otra vida entera.En ese sueño también estaban comprometidos desde niños. La diferencia era que, en vez de irse a un proyecto espacial, Mariana se casaba con él sin protestar.Pero allí él nunca descubría el verdadero rostro de Helena, ni se atrevía a aceptar lo que sentía por Mariana.La trataba con frialdad, con distancia, casi con desprecio.Durante más de veinte años de matrimonio, jamás le dio un regalo pensado de verdad, nunca la invitó a salir ni se mostró orgulloso de llevarla de la mano.Hasta en la intimidad todo era mecánico, rutinario, a
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