Orla empujó a Marcus con toda la fuerza que le permitieron sus brazos temblorosos y, sin pensarlo dos veces, lo abofeteó. El sonido seco de la bofetada retumbó en el aire como un eco de dolor y furia.—Marcus, ¡cómo te atreves! —gritó con la voz quebrada, sintiendo que el pecho le ardía de rabia y miedo.El hombre se quedó mirándola, sus ojos cargados de una mezcla oscura entre deseo y frustración. Lentamente, llevó la mano a su mejilla, donde todavía ardía la huella del golpe. Sonrió con amargura.—Aunque ahora no lo entiendes —dijo con una calma que a ella le resultaba inquietante—, nacimos para estar juntos, Orla. Lo quieras o no, nuestros caminos se cruzaron por una razón.Ella retrocedió un paso, el corazón desbocado, sintiendo un frío recorrerle la espalda.—¡Vete! ¡Me estás asustando! —su voz temblaba, y aunque intentó sonar firme, su miedo era evidente.Marcus la observó unos segundos más, como si quisiera memorizar cada detalle de su rostro, y luego, con un gesto brusco, dio
Ler mais