Bianca estaba sentada en el borde de su cama, el suave roce de su pijama de algodón contra su piel como una caricia que apenas lograba calmar la agitación interna que la consumía. El mensaje anónimo, aún encendido en la pantalla de su teléfono, parecía arder contra su pecho.“El embarazo de Willow es una farsa. Busca la verdad, o seguirá robándote todo.”Sus ojos esmeralda, brillantes y llenos de furia, recorrían las palabras una y otra vez, como si al leerlas una y otra vez pudiera hacerlas desaparecer o, al menos, comprenderlas mejor. Pero la realidad la golpeaba como una ola traicionera, arrastrándola sin piedad. Fue desplazada por su propia familia, el dinero recortado por Zachary como un castigo tácito por su rebeldía, Bianca se sentía más sola que nunca. Las personas que alguna vez la habían rodeado, la élite neoyorquina, que solían adorarlo todo, se habían desvanecido, borradas por el poder de Lancaster Holdings y el veneno de Willow Maddox. Nadie se atrevía a desafiarla, nadie
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