—No me digas que estás pensando en marcharte —dijo Sierra, casi entre el susto y la sorpresa, al ver que estaba empacando apresuradamente.
Mi maleta estaba abierta sobre la cama y mi ropa esparcida por toda la habitación, un caos que reflejaba mi mente en ese momento.
—No puedo quedarme, Sierra. No puedo casarme con un hombre que ni siquiera conozco. ¡Es una locura, una maldita estupidez! —respondí con el rostro cargado de frustración. La presión, la confusión, todo lo que me rodeaba, estaba haciéndome perder la cabeza.
Todo esto había comenzado semanas atrás, mucho antes de que yo tuviera oportunidad de opinar sobre mi futuro. Mi padre ya había hablado con Pietro Vanderweed, un hombre multimillonario con el que, según él, debía casarme para asegurar nuestro porvenir. Yo no era más que un intercambio de intereses, algo que se eligió como si fuera un bien en una tienda.
—Esta es la que quiero —seguramente dijo él, y así se resolvió todo. Mi vida ya estaba decidida sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo.
Nunca me preguntaron qué quería. Mi voz no importaba, mis sentimientos no eran considerados. Ahora entiendo que, si me caso con él, mi vida será una serie de decisiones que Pietro Vanderweed tomará por mí. No seré más que una sombra en mi propia existencia. No decidiré el color de las paredes, ni las vacaciones, ni siquiera cómo pasar mis tardes. Nada será mío. Él será quien determine todo, porque para él, yo soy solo un objeto más. Algo que se compra y se posee.
—¿De verdad estás tan segura de eso? —preguntó Sierra con tono calmado, como si intentara que viera todo esto desde otra perspectiva.
—No puedo quedarme aquí, Sierra. No puedo hacerlo. ¿Casarme con un hombre al que no amo, que ni siquiera conozco? ¡Es una locura!
—No lo sabes, Valeria. No sabes qué tipo de persona es realmente —Sierra parecía defenderlo, lo cual me desconcertó aún más—. Tal vez no sea tan malo como piensas. Tal vez no sea el monstruo que te imaginas. A lo mejor hasta te enamoras de él y viven felices para siempre.
—¡Lo que sé es que vino a negociar mi vida, vino a comprarme! —respondí con ira, mientras arrojaba más ropa a la maleta—. Vino a pedirle a mi padre que me casara con él, sin siquiera preguntarme si yo quería. ¡Esto es como algo sacado de un mal sueño! ¿Cómo puedes ver esto de buena manera? ¡Están comprando a tu hermana como si fuese una vaca! Tú tienes veinticuatro años y ya pronto te vas a Estados Unidos a tu posgrado soñado. ¿Pero yo qué? Yo voy a casarme mañana con un hombre que solo vi de lejos una vez... y de haber sabido que él compraría mi mano, lo asesino allí mismo.
Sierra se cruzó de brazos y empezó a reírse, algo que no esperaba. Su risa, en lugar de aliviarme, solo aumentó mi frustración. Me miró con los ojos llenos de diversión, como si todo esto fuera una gran broma.
—No te ahogues en un vaso de agua, Valeria. No estás viendo las cosas desde otro ángulo. Esto es... es una oportunidad.
—¿Otro ángulo, Sierra? ¡Me están forzando a casarme con un hombre que ni siquiera quiero! ¡Esto no tiene nada de perspectiva! Esto no es una oportunidad. ¡Es una cárcel! Eso están haciendo conmigo.
—Vas a casarte con un hombre increíble, Valeria. ¿Qué mujer no sueña con una vida con alguien como Pietro? Es millonario, tiene poder, tiene todo lo que muchas personas desean. Él va a darte todo lo que hayas querido y necesitado.
—¡No quiero a Pietro! ¡No quiero una vida llena de dinero y superficialidad! —grité, sintiendo cómo la desesperación me aplastaba—. Mi vida no se trata de eso. No quiero que me impongan un futuro así. Soy maestra de artes en el St. Gregor. No necesito más. Nunca quise más.
—Es verano. Puedes simplemente colocar tu renuncia y dedicarte a ir de país en país y de yate en yate. ¡No lo estás viendo en perspectiva!
—¡No quiero dejar de ser maestra! Es lo que me ha gustado toda la vida. No voy a dejar mi trabajo así sin más. Además... y Leo... ¿Qué voy a decirle a Leo cuando se entere de esto? ¡Le romperé el corazón!
Sierra me miró con una expresión seria. Sus ojos marrones, antes llenos de diversión, ahora brillaban con algo más oscuro, algo que no entendía. Se colocó el cabello castaño detrás de las orejas y apartó la vista de mí.
—Olvídate de Leo, Valeria. Él no es para ti. Tú mereces algo mejor. Este matrimonio con Pietro te dará todo lo que Leo nunca podrá ofrecerte. ¿Cómo es que no puedes verlo?
Sus palabras me dejaron helada. ¿Cómo podía decir algo así? Leo había sido mi vida durante dos años. Él era todo lo que había querido, todo lo que necesitaba. No podía ser cierto que él no fuera el hombre para mí. Me senté en la orilla de la cama, con la cabeza llena de confusión. ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué estaba haciendo con mi vida?
—No digas eso, Sierra. He estado con Leo tanto tiempo... No puedo simplemente ignorarlo. Él es todo para mí. Todos saben que voy a casarme con él.
Sierra me miró fijamente. Había algo extraño en su mirada, algo que no me gustaba. Se levantó de la cama y caminó hacia la puerta, dejándome sola en la habitación, sin saber qué pensar.
—Haz lo que quieras, Valeria —sus palabras fueron frías y directas, como si no estuviera tratando de convencerme, sino de liberarme de algo—. Pero no lo hagas por Leo. Hazlo por ti. Hazlo porque quieres una vida mejor, no porque pienses que aún tienes un futuro con él.
Antes de que pudiera decir algo más, Sierra salió de la habitación sin mirar atrás, dejándome con una sensación incómoda.
¿Qué había querido decir con eso? ¿Qué sabía ella que yo no?
¿Por qué todo esto me estaba haciendo sentir tan perdida?
Mi cabeza daba vueltas mientras me quedaba allí, mirando la maleta sin saber qué hacer. ¿Estaba a punto de perder a Leo por un matrimonio que nunca elegí?
¿Y si Sierra tenía razón?
¿Y si Pietro, por muy extraño que fuera, era lo que realmente necesitaba?