El resplandor del sello aún iluminaba el campo, pero el cuerpo de Leonardo estaba arrodillado, sostenido apenas por su espada quebrada. La piel le ardía en grietas luminosas, como si su propia sangre fuera fuego que intentaba escapar.Ciel corrió hacia él, sus pasos torpes, las lágrimas cegándole la vista.—Ian, ¡déjame ir! ¡Es mi padre!Ian la soltó, sabiendo que no podría detenerla esta vez. Jordan gruñó, cortando de un tajo a dos soldados que aún intentaban acercarse, mientras su mirada celosa seguía cada movimiento de la muchacha.Ciel se lanzó de rodillas junto a Leonardo, sujetándolo por los hombros.—¡Papá, no me dejes! ¡No lo hagas!Él la miró, y por un instante, la dureza de un líder desapareció, dejando solo la ternura de un padre.—No llores, Eclipse… siempre fuiste mi luz, incluso cuando todo se volvió oscuridad.—¡No! —ella gritó, sus manos intentando detener la sangre que ardía como fuego líquido—. ¡No puedes dejarme, yo todavía te necesito!Ian llegó a su lado, apoyando
Leer más