Capitulo 87

El campo de batalla había quedado reducido a un lienzo de ceniza y cuerpos. La luna, partida en dos fragmentos rojos, parecía observar desde lo alto como un ojo sangrante que se negaba a cerrarse. El silencio era tan profundo que incluso el crepitar de las brasas en los árboles derribados sonaba como un trueno.

Ciel yacía en el suelo, inmóvil, con el rostro bañado en sudor y la piel pálida como la ceniza que la rodeaba. Su respiración era apenas perceptible, un hilo frágil que mantenía unido lo que quedaba de su ser. Ian la sostenía entre sus brazos, tambaleante, su propio cuerpo marcado por heridas abiertas y la fatiga del poder que había forzado hasta el límite.

—Respira… por favor, respira —susurraba Ian, acercando su frente a la de ella—. No me dejes ahora, no después de todo lo que soportamos.

Ciel emitió un quejido ahogado, su pecho agitándose con dificultad.

Jordan los observaba desde unos pasos más allá. Sus botas estaban hundidas en la tierra chamuscada, su espada aún goteaba
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