Capítulo 82

El amanecer apenas rozaba el horizonte, pero en la casa donde Leonardo había mantenido a salvo a su familia, la atmósfera era densa, casi irrespirable. El silencio solo se rompía por el crujir de la madera y el murmullo de plegarias que Ciel había escuchado toda su infancia, ahora tan lejanas.

El cuerpo de Leonardo no estaba allí. Los Guardianes habían llevado sus restos para enterrarlos con los caídos, como símbolo de sacrificio. Ciel aún no lo había aceptado: la imagen de su padre, erguido con la cruz en alto, consumiéndose en luz, se repetía en su mente como un castigo.

Elena despertó al fin. Sus ojos se abrieron despacio, empañados por el cansancio y la fiebre. La primera palabra que salió de sus labios fue:

—Leonardo…

Ciel apretó la mano de su madre con fuerza, tragando el nudo en su garganta.

—Mamá… papá… él…

Pero su voz se quebró. No pudo decirlo. Fue Ian quien dio un paso al frente, la voz grave, firme pero respetuosa.

—Leonardo murió como un guerrero. Se sacrificó para detene
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