47. Querida melancolía
Indra. Me quedé aún sorprendida cuando vi la localización de nuestra cita de hoy. A estas alturas ya nada debería asombrarme, pero me fue imposible cuando fuimos las únicas personas a las que les dieron acceso en todo Six Flags.Con que de aquí Fausto sacó las ideas para su propio parque de diversiones. Fausto odiaba las multitudes. Nunca quiso ser parte del montón, y todo el dinero desbordado para esta ocasión me lo confirmó.En la entrada, ahora custodiada por decenas de camionetas pertenecientes a los Villanueva, nos esperaba Vladimir, tranquilamente recargado contra un tablón de granito que tenía las medidas de estatura para los más chicos.—Vaya, vaya, lo veo y no lo creo. Muchas felicidades, Fausto, se parece a ti —dijo Vladimir, cruzándose de brazos cuando Fausto con Franco entre sus brazos llegó a su lado.En seguida, mi hijo se escondió en el pecho de Fausto. Reparé en las grandes manos de Fausto, carentes de anillos, al tocarle suavemente la espalda a nuestro niño para dar
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