CAPÍTULO 42. Joyas y amenazas
CAPÍTULO 42. Joyas y amenazasLa limusina negra se detuvo frente a la majestuosa mansión Harrelson, y desde el primer instante en que Raven puso un pie fuera del vehículo, el aire cambió. Había una oscuridad palpable, como si la casa misma los estuviera esperando para juzgarlos. El portón se abrió lentamente, casi con desgana, y ella cruzó el umbral entre miradas que parecían medir cada uno de sus movimientos.Rosela apareció primero en el vestíbulo, con los labios curvados en una sonrisa que no le llegaba a los ojos. Tenía esa mirada afilada y calculadora, la que usaba siempre cuando quería controlar el juego. Aurora se asomó detrás de ella con la expresión seria, casi sombría, y sus pasos eran medidos, como de puntillas, como si temiera romper el frágil equilibrio que había en la casa.Raven bajó sus gafas oscuras, revelando unos ojos que brillaban con una mezcla de cansancio y determinación, y desde el pie de la enorme escalera ambas mujeres le dedicaron un saludo incómodo, más par
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